sábado, 9 de mayo de 2015

las redes de mi corazón ya no están para peces (nilton santiago)

Acabo de salir de la estación con el billete de metro entre los dedos —como si fuese la radiografía de una nena con mariposas de metal en el estómago— hace frío y los árboles entran lentamente en los cajeros automáticos para protegerse del invierno. Dicen que aquí no se empadronó ningún ángel ex guerrillero, ninguna flor murió aquí a causa de una lluvia de abejas y magnolias. Da igual, he decidido tomarme dos segundos de respiro, olvidar que la realidad es un pájaro encerrado en un espejo, un goteo incesante de sus plumas en el hemisferio azul del corazón. Esta mañana me he despertado con tu nombre sobre los labios (aunque creo que el no hablarnos es el lenguaje que mejor nos define), sonriendo como una carta recién abierta. El alba, como un animal a medio hacer, nos ha reconocido como pájaros. Es cierto, son ellos y no otros los que se esconden entre las costuras de la lluvia al empezar el día. Son ellos y no otros los que descienden por las monedas de los termómetros para traernos el recado de los hombres del tiempo. Sí, es cierto, tengo un problema con las aves en general, las encuentro inquietantes cuando llueve y creo que, si fuese por ellas, volarían sólo en primera clase. Sé que escriben, en silencio, partituras de miel contra los árboles y que las flores les dan angustia porque tienen el mismo pensamiento de los astrofísicos cuando se enamoran. Nada de esto tiene que ver con el objeto de este poema que era —vaya tontería— describir una jaula o, quizás, llorar como un niño por la ejecución de una lágrima, atiborrarme de cafeína y crisantemos solitarios. Ya lo sabes, los paraguas son los habitantes más sinceros de esta ciudad en blanco y negro. Honradas sean las lágrimas de recambio en las gasolineras de mi corazón. Honradas las estrellas que chillan de noche cuando aún el cielo no ha fijado sus engranajes y se parece a una ratonera para cometas y meteoritos. Ya lo sabes, no se habita una ciudad, sino la soledad de sus gentes, ya lo sabes, un pájaro no es un pájaro, sino un invento de la necesidad de volar sobre la jaula de tus labios. Como lo ves, estoy hecho polvo y las redes de mi corazón ya no están para peces.

No hay comentarios: