lunes, 6 de agosto de 2012

La(s) Despedida(s)

No sería exagerado decir que en los últimos diez años se habrían despedido unas quinientas veces. Por supuesto, ninguna de aquellas despedidas había logrado ser la definitiva. Por cuestiones del amor, del destino o quizá de la costumbre y la soledad, si hubo quinientas despedidas pues hubo también quinientos y un reencuentros. 

Igual, cada una de las despedidas tenía su dosis de tragedia. Siempre se pensaba que en verdad aquella podría ser la última. Ella casi siempre lloraba; a veces, unas cuantas lágrimas, otras, desconsoladamente. Las despedidas habían tenido lugar en muchos lugares distintos: una cama de hotel, un café, un restaurante, un bar, el carro de ella o el de él, una banca de parque, un museo. 

La última de las despedidas fue después de una conversación triste y extraña. Él estaba pensativo, hasta perplejo. Ella, que ya casi fracasaba en el intento de contener el dolor que había sentido durante todo el día, mientras caminaban por la calle, estaba en silencio. Él bajó del taxi apresuradamente y casi no se despidieron. En la última despedida casi no hubo despedida. 



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