lunes, 25 de julio de 2011

Huancayo

A principios de 1988, con Laura recién nacida y conmigo de tres años, mis papás se fueron a vivir a Huancayo. Papá había conseguido un trabajo en el gobierno regional de Junín. Mamá recuerda aquellos meses como maravillosos. Cuando no tenía que supervisar obras fuera de la ciudad, papá salía de trabajar a las dos de la tarde. Salíamos entonces a pasear al parque, a caminar por la ciudad. Un trabajo que dejaba espacio para la vida.

Sin embargo, paradójicamente, eran épocas de guerra y Sendero asesinó al jefe de mi papá. Se hizo inevitable el regreso a Lima. Me pregunto ahora qué hubiera sido de nosotros si nos hubiéramos quedado.

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Huancayo se ha convertido ahora en mi refugio frente a la depresión. Ahora que me cuesta tanto estar en Lima y volver a encontrar un lugar para mí en esta ciudad. A pesar de que he ido innumerables veces durante mi niñez, no tengo muchos recuerdos de Huancayo. Recién ahora lo estoy conociendo en verdad, y aprendiendo a encontrar un lugar para mí ahí. Aún no sé bien cuál es, pero la búsqueda me motiva.

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