miércoles, 12 de septiembre de 2007

los recovecos del inconsciente

después de que viéramos pasar su vida como si fuera una película, mi diminuto abuelito -convertido en la cara de un muñequito arrugado que cabía en la palma de mi mano- empezó a llorar. no quería dejar este mundo. a pesar de que yo lloraba con él, intentaba también convencerlo de que su vida había valido la pena y debía sentirse contento por eso. se tranquilizó. y, ¿murió? de pronto, mi abuelito ya no estaba conmigo y estaba yo en una fiesta de judíos. y no en una. en varias. (eso me pasa por leer historias de ghettos judíos en venecia). hacia el final -aunque claro, sabemos que el inconsciente no tiene tiempo ni es lineal- ya no había judíos ni fiestas extrañas: estaba en la nel hablando sobre mi abuelito, su vida, y lo que me acababa de pasar con él. al despertar, una sensación de tristeza pero también sentimientos encontrados, ganas de llorar, de llamar al abuelito y saber cómo está, saber que vive aún. de conseguirme un/a analista e intentar recordar mis sueños con él/ella...

1 comentario:

Anónimo dijo...

creo q tienes q viajar a tarma