sábado, 9 de agosto de 2008

la muerte y la vida

Una cosa muy interesante de las entrevistas en la resi es escuchar los testimonios de personas muy mayores. Personas que a sus más de 80 años no hacen mucho más que esperar la muerte. Lo curioso de todos ellos es que ninguno muestra miedo, más bien la esperan tranquilos, sabiendo que no hay más remedio. Esto tiene que ver también, asumo, con que se sienten satisfechos con lo vivido. ¿Podré sentirme así alguna vez?
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Si de niña le tenía terror a la muerte, creo que ahora puedo decir que le tengo más miedo a la vida. De hecho, no he perdido el miedo a la muerte, pero la vida ahora me causa muchos más conflictos. A lo que le tengo miedo es a la incertidumbre. A no saber qué será de mi vida de acá a seis meses o a un año. Y quizá más, a no tener ni siquiera definido lo que quiero.
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A pesar de que pienso que es fascinante vivir cada día e ir descubriendo cosas en el camino; por las noches, echada en la soledad de mi cama, siento ese vacío de no saber qué habrá después. Quizá a mis 23 años no deba atormentarme tanto con esto. Pero en realidad creo que necesito muchas más certezas. Y no tenerlas me angustia, me angustia tanto...

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