martes, 20 de octubre de 2009

24 ans et absolument perdue

A mis 24 años, todavía es muy poco lo que entiendo de cómo funcionan las relaciones entre las personas. Todavía, digo, pensando que quizá algún día logre entender algo más. Quién sabe si así será.
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En los últimos tiempos me ha tocado decepcionarme de algunas personas. No he logrado entender muy bien el porqué de sus acciones, pero a estas alturas tampoco sé si me importa demasiado. ¿Qué tipo de goce les puede provocar fantasear con las vidas de los demás? ¿No les basta con sus propias vidas acaso? ¿No se dan cuenta de las heridas que pueden causar?
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Las relaciones familiares, de otro lado, tienen un especial componente de dificultad. Los lazos de sangre nos hacen pensar que ellos serían garantía de algún tipo de vínculo muy estrecho y estable. Y aunque duela, no hay nada más falso que esto. En mi familia he podido constatar lo centrales que son las luchas por poder, por reconocimiento, por dinero. Ellas parecen, por momentos, borrar los lazos afectivos, o estar por encima de ellos.
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En los últimos tiempos he intentado aprender que no necesito ser querida por todos para vivir tranquila y feliz. Que me basta con el cariño y el reconocimiento de algunos pocos con quienes mantengo vínculos sólidos. He intentado aprender, digo, porque no estoy tan segura de haberlo logrado. Y sigo intentando.
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¿Habrá que ser más escéptica y esperar menos para no decepcionarse tanto? Ojalá que no...

lunes, 19 de octubre de 2009

Nadie nos dice (Blanca Varela)

nadie nos dice cómo
voltear la cara contra la pared
y
morirnos sencillamente
así como lo hicieron el gato
o el perro de la casa
o el elefante
que caminó en pos de su agonía
como quien va
a una impostergable ceremonia
batiendo orejas
al compás
del cadencioso resuello
de su trompa

sólo en el reino animal
hay ejemplos de tal comportamiento
cambiar el paso
acercarse
y oler lo ya vivido
y dar la vuelta
sencillamente
dar la vuelta

domingo, 4 de octubre de 2009

Qhantati Ururi




Si hay algún tipo de música que me remueve de manera inexplicable, como ningún otro, esa es la música de los sikuris. Me encanta ese mágico sonido de viento de las zampoñas y ver cómo es que se logra con tanta gente tocando todos juntos.
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Mamá y papá se conocieron justamente aprendiendo a tocar zampoñas, recorriendo la ciudad enfundados en sus ponchos enseñándoles a otros, soñando con que realmente otro mundo es posible. La música acompañó el surgimiento de su relación y también el mío. Mamá tocaba estando embarazada y yo, dentro de ella, me movía con el sonido del bombo. Desde entonces conozco aquellos sonidos y desde entonces me emociono al oírlos.
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Qhantati Ururi quiere decir en aymara "lucero del amanecer". Y es también el nombre de uno de los conjuntos de sikuris más antiguos. A papá le gustaba tanto cómo tocaban que decidió llamarme Ururi. Siempre pensé que significaba Lucero, pero en realidad significa "lo/la que amanece". Me gusta mi nombre aymara.
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Es ahora Gabo quien aprende a tocar zampoña. Y le gusta tanto que está todo el tiempo produciendo sonidos con ella, practicando para su presentación en los juegos florales. Y yo me emociono muchísimo al verlo.