lunes, 13 de julio de 2009

Yo hoy no entiendo nada de nada. Y lo poco que entiendo me da asco, pena, frustración. Prefiero entonces no entender nada, no entender más.

Pero no, en realidad quisiera entender mucho más, aunque a veces sea tan doloroso. Como hoy.

viernes, 10 de julio de 2009

Mi sujeto del inconsciente

Me gusta aquella idea de González Requena de que es el sujeto del inconsciente el verdadero espectador de los textos.

El otro día miraba una parte de una novela brasileña en la tele. La protagonista despertó un día y su esposo ya no estaba más a su lado, tampoco sus propiedades ni sus cosas de valor. Ella, desconcertada, no podía creer que a quien consideraba el amor de su vida le hubiera hecho eso.

Mientras veía la novela no sentí nada especial frente a esa escena, no sentí ningún tipo de identificación con la protagonista e incluso pensaba en cómo había podido ser tan tonta para dejarse engañar así. Sin embargo, esa misma noche, la sensación de abandono y engaño apareció en mis sueños. Pero no era mi pareja sino mi padre el malo de la película, o del sueño. Y la engañada era toda mi familia pero yo lo sentía de una manera especialmente dolorosa. Más que un sueño, fue una pesadilla.

Un par de días antes accedí a realizar una prueba psicológica que tenía que aplicar una amiga para su trabajo. Había que seleccionar entre varias tarjetas con afirmaciones sobre la niñez, cuáles eran verdaderas y cuáles falsas. Varias de ellas estaban referidas a haberse sentido poco querido por los padres, a haber tenido miedo de ser abandonado, a haberse sentido rechazado. Coloqué todas ellas en la sección de afirmaciones falsas. Ahora, me pregunto si todas esas afirmaciones realmente son falsas respecto a mi niñez, y si siguen siendo falsas ahora. Quizá no. Quizá son tan verdaderas como sentí la pesadilla de esa noche. Mucho más verdaderas de lo que yo, conscientemente, quiero reconocer.